Había una vez una familia de perritos formada por mamá Maya y papá Chocorrol. Tenían tres cachorros muy juguetones: Canelo, de color café; Firulais, completamente blanco; y Robin, blanco con manchas negras.
Vivían en una granja rodeada de naturaleza, lejos de la ciudad y del ruido de los autos. En ese lugar también vivían muchos otros animales, organizados por tamaño, y todos eran cuidados con mucho cariño por un campesino llamado Carlos, un hombre trabajador que sembraba maíz, frijol, calabaza y cebada para alimentar a los animales.
Carlos era muy cariñoso con sus mascotas, y les tenía juguetes para que jugaran en el enorme jardín de la granja. Los cachorros pasaban horas divirtiéndose juntos, corriendo de un lado a otro y explorando cada rincón.
Un día, Firulais escondió una pelota de colores que usaban para jugar. Canelo se dio cuenta y preguntó:
—¿Dónde está la pelota? ¿Alguien la ha visto?
Robin respondió:
—Yo no la he visto desde ayer.
Firulais solo sonrió, sin decir nada.
Entonces, Canelo fue con sus papás y preguntó:
—¿Papás, han visto la pelota de colores?
Mamá Maya respondió:
—¿Cuál pelota?
—La pelota de colores —aclaró Canelo.
Papá Chocorrol intervino:
—Ayer tu hermano Firulais estaba jugando con ella en el jardín de atrás. Pregúntale a él.
Canelo fue con Firulais y le preguntó:
—¿Dónde pusiste la pelota?
Firulais respondió con una sonrisa:
—La guardé en la bodega de atrás.
—¿Quieres jugar con nosotros? —le dijo Canelo entusiasmado.
Firulais aceptó, y todos corrieron felices al jardín. Como cada día, jugaron y se divirtieron mucho en medio de la naturaleza.
A Carlos le encantaba cocinar y hacer días de campo con sus mascotas a la orilla del lago, donde los cachorros disfrutaban de deliciosos cortes de carne y jugaban a las escondidas entre los animales de la granja.
—¿Dónde te escondiste? —preguntó Robin.
—Estoy por donde están los borregos —respondió Firulais.
—¿Y dónde está Canelo? —preguntó Firulais.
—¡Estoy por los caballos! —gritó Canelo desde su escondite.
Así pasaban sus días, corriendo, riendo y disfrutando la vida en la granja, junto a su amigo Carlos, en un lugar lleno de amor, juegos y naturaleza.
Fin
Autor: Pedro Santiago Hernández Hernández
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