jueves, 17 de julio de 2025

El conejo saltarín

 Había una vez un conejo muy travieso al que su mamá le pedía que aprendiera a leer. Pero él prefería pasar el día acostado, sin hacer caso. Un día, su mamá le pidió que barriera la madriguera, pero el conejo, en lugar de obedecer, echó a correr por el bosque y no regresó hasta la mañana siguiente.

Al volver, tenía muchísima hambre. Entonces, tuvo una idea: pensó que si se camuflaba, podría colarse al huerto sin que nadie lo viera. Encontró un bote de pintura y comenzó a pintarse todo el cuerpo, sin saber que esa pintura era especial y se deshacía con el sol. Además, tenía un líquido que podía causar picazón... ¡o algo peor!

Mientras saltaba feliz por el campo, el calor del sol derritió la pintura, y de repente... ¡su cola se cayó sin que él se diera cuenta! Al notarlo, no se asustó. Con paciencia, buscó hilo y lana, y se puso a tejer una nueva cola. Cuando la terminó, se la amarró con mucho cuidado.

Justo cuando estaba listo para probar su nueva cola saltarina, vio unas zanahorias brillando en el huerto. Lleno de emoción, comenzó a brincar de alegría y fue corriendo a recoger más y más zanahorias. Desde ese día, entendió que era mejor obedecer a su mamá… ¡pero nunca dejó de ser un conejo muy, muy saltarín!

Fin.

Autora: Aurora Sarahí Diego Fuentes

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