Érase una vez una niña llamada Camila que caminaba por el bosque. Allí se encontró con un niño llamado Charlie, que iba acompañado de su perro Máx. Más adelante, encontraron una cueva secreta.
Camila le sugirió a Charlie que tocaran la puerta de la cueva. Cuando lo hicieron, una niña salió y Charlie le preguntó:
—¿Cómo te llamas?
—Hola, yo soy Astrid —respondió ella.
—Pasen —les dijo Astrid—.
Charlie comentó:
—Está bonita tu cueva.
Astrid sonrió y dijo:
—Gracias, me siento feliz porque nadie me había dicho eso antes.
En ese momento, el perrito Máx se subió a la cama y orinó, lo que hizo que Astrid gritara. Camila le dijo:
—No le grites a mi perrito, por favor.
Astrid se fue con su perrito, y Charlie le dijo a Camila:
—Oye, no le grites.
Camila le preguntó a Charlie:
—¿En serio me vas a defender?
—Por supuesto que sí —respondió él.
Entonces Charlie le aconsejó a Astrid que mejor se fuera para no causar problemas.
—Sí, mejor me voy —dijo Astrid, y se marchó.
Más tarde, ya de noche, Astrid le preguntó a Charlie:
—¿Dónde te vas a quedar?
—No sé —respondió él.
—¿Quieres quedarte conmigo? —le ofreció Astrid.
—Sí, gracias —dijo Charlie, y se fueron a dormir juntos.
Al día siguiente se despertaron y fueron al mercado. Camila le dijo:
—Vamos a comprar algunas cosas.
Luego se dirigieron a la escuela. Allí, Charlie le preguntó a Camila:
—¿Puedo darte un abrazo?
—Sí —respondió ella con una sonrisa.
Esa noche, cuando Camila se despertó, Charlie ya no estaba. Ella se puso triste. Pero al día siguiente, Charlie volvió y le dijo:
—Oye, ¿quieres venir a vivir conmigo?
—¡Gracias! —respondió feliz.
Cuando llegaron a casa, la mamá de Camila le dijo que fuera a ver su cuarto. Al abrir la puerta, Camila se puso muy feliz y agradeció:
—Gracias, ¿puedo llamarte mamá?
Su mamá le recordó que debía comer para no llegar tarde, que aún tenía que bañarse y que su uniforme nuevo, mochila, libretas, colores, lápices y goma ya estaban listos.
Con el tiempo, Camila y Charlie se hicieron novios. Cuando le contaron a la mamá de Camila, ella les dijo:
—Claro que sí, ¿por qué no? No son más que niños.
Los niños le dieron las gracias con alegría.
Autora: Karla Yamileth Ramírez López
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